El club y tres aficionados celebraron juntos sus 95 años de vida en A Sede
24 ago 2018 . Actualizado a las 14:21 h.La tarta que ayer presidía el acto de celebración del 95 aniversario del Celta sabe a «pasado, presente y futuro, condensa la historia» que comenzó en 1923, en palabras del presidente del club, Carlos Mouriño. El fue el encargado de recibir a los tres de los cinco socios del club nacidos en 1923 -los otros no pudieron acudir- a los que se quiso homenajear en una fecha tan señalada. Y las decenas de aficionados que acudieron rompieron en aplausos ante la aparición, emocionados, de los únicos que pueden presumir de haber sido testigos de la historia del club al completo.
Algunos con problemas de movilidad o de oído, pero perfectamente lúcidos mientras, como el Celta, se van aproximando al centenario, acudieron a A Sede Pablo Vaquero, José Augusto Aguiar y Asunción Arias. Pletóricos, escucharon las palabras del presidente, recibieron obsequios y se encargaron de cortar la tarta. Lo hicieron bajo la atenta mirada del capitán, Hugo Mallo, que luego se fotografiaría con la afición y firmaría autógrafos pacientemente.
«Nos encanta que nos acompañen estos tres socios que tienen, como el Celta, 95 años, y algunos todavía van a Balaídos», dijo Mouriño al introducir el acto, despertando de inmediato la ovación de todos los presentes. Y luego se dirigió al resto de aficionados, entre ellos familiares y amigos de los homenajeados que no querían dejar de inmortalizar el momento, «Gracias por hacer posible el sueño de estos tres celtistas», les dijo.
Tarta y obsequios
Después de que los tres abonados históricos comenzaran a cortar el pastel, el propio Mouriño se encargó de ir repartiendo entre el celtismo en una Sede donde no cabían un alfiler. Pablo, José Augusto y Asunción recibieron camisetas conmemorativas que lucían también en el escaparate de una sede adornada con globos formando un 95 en la entrada. Además, se proyectaba el vídeo que el club divulgó ayer y en el que se repasaban en imágenes algunos de los momentos más destacados de la historia de la entidad.
Mouriño, que también se fotografió con todos los aficionados que se lo requirieron, se refirió a lo que está por venir. El club enfila ya el camino al centenario. «Tendremos que empezar ahora a prepararlo, porque es una efeméride histórica para el Celta y para la ciudad», indicó. De momento, comentó, esperan celebrar estos 95 con una buena temporada por parte del proyecto de Mohamed.
Pablo Vaquero: «Nacer en 1923 como el Celta es una casualidad preciosa»
Pablo Vaquero tendrá que esperar al 21 de septiembre para celebrar sus 95 años. Pero ayer tuvo una fiesta anticipada e inesperada. En la misma mañana del día en que el Celta celebraba su cumpleaños recibió una llamada ilusionante convocándole y no dudó. «Nacer en el mismo año que mi equipo es una casualidad, pero una casualidad preciosa», comentaba admitiendo que le hacía «muchísima ilusión» estar allí y que no se esperaba la cantidad de gente que se había congregado.
Vaquero, que guarda como un tesoro su carné número 3 del Celta, le hizo abonado su padre, pero no puede recordar a qué edad fue. Si se le pregunta por momentos que le han marcado, se va hasta uno al que tampoco logra poner fecha: «Me acuerdo de un árbitro que pitó todo a favor del Atlético Aviación. ¡Los jugadores tuvieron que refugiarse en el centro del campo».
Si se le pregunta por nombres propios, empieza y no acaba: «Yayo, Fuentes, Venancio, Toto, Nolete...». Y si hay algo que le enorgullece más que su carné es que su familia sigue su ejemplo: «Mis cinco hijos viven fuera, ¡pero celtistas, todos, por supuesto!».
José Augusto Aguiar: «Venía al campo desde Tui, me daba igual que lloviera»
José Augusto Aguiar ocupa el número 20 de abonado ya que lleva desde 1950 como socio, aunque comenzó a acudir en 1940. A sus 95 años confiesa que él siempre fue un gran apasionado del Celta, «porque yo no soy vigués, soy de Tui y venía después de trabajar», con los consiguientes trastornos para llegar y regresar al término del partido.
Aguiar recuerda sus comienzos en Balaídos, cuando acudía a una grada de Marcador que por entonces no tenía ni cubierta. «Mi suegro se asustaba porque cuando iba al campo y llovía, me entraba el agua por el cuello y salía por debajo de la camisa». Al poco se mudó a Río Bajo, a la que acude desde entonces, siendo uno de los habituales en Balaídos más veteranos.
Emocionado por el gesto del club, agradeció la presencia del capitán Hugo Mallo. Uno de sus mayores orgullos es haber contagiado esta afición a sus hijos Jose Carlos y María Rosa, quienes le acompañaron.
Aunque reconoce que en estos 68 años como abonado el club ha cambiado mucho, su celtismo va camino de cumplir un siglo de vida, lúcido e ilusionado.